Se rompen tantas cosas en unos momentos.
Yo estoy hecha pedazos, hace una hora era la mujer más feliz del mundo, ahora soy solo trozos de lo que alguna vez formó mi cuerpo.
A penas puedo escribir sin desmoronarme, sin pensar en la estupidez que acabo de cometer y que aun cometo cuando me habla.
Y aun así, soy implacable, como un muro.
Me he roto, si, pero puedo aparentar en absoluta perfección que nada me afecta, que el dolor que me llena no es dolor, sino alegría.
No me verán llorar, no me verán sufrir, no me verán con las comisuras de los labios bajas.
Hice un daño irreparable.
Enamorada de un hombre que no puede corresponderme y desollando el corazón de alguien que jamás mereció el castigo de que cayese en sus brazos.
Ni siquiera soy capaz de llorar, decidida en una noche de borrachera a borrar la debilidad de mi alma, a penas se me humedecen los ojos.
A lo mejor no es que me haya endurecido, a lo mejor...es que simplemente soy una hija de puta, una niña caprichosa que no sabe valorar lo que tiene, que rehuye del amor fácil, y que siempre...siempre acabará derrotada.
Con el corazón roto.
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