miércoles, 26 de diciembre de 2012

Acaba el 2012

Ya estamos en Diciembre...el último mes que nos queda al año para pensar, para tener dudas, para hacer balance.
¿Qué hice mal? ¿Qué superé? ¿Qué me convirtió en alguien más fuerte? ¿Qué habría pasado si...?
Bueno, este año he de decir que pese a los momentos en la cuerda floja, los días sin gas para calentar el agua o sin comida en la despensa, las noches haciendo trabajos hasta altas horas de la madrugada y el comer a toda prisa para llegar puntual a clases ha sido el mejor año que puedo recordar.
He tenido muchísima suerte, trabajé cuando todos se quejaban de que no habían ofertas de empleo, conseguí estudiar donde llevaba dos años intentando acceder, me vi recompensada con largos paseos veraniegos y otros mucho más fríos en este invierno.
Llore mucho, pero pocas veces, me reí hasta perder el aliento y agarrarme el estómago como si fuese a estallar, he cantado, he corrido bajo la lluvia, me he peleado con mis pensamientos negativos, he aprendido a organizarme, a morderme la lengua para no meter la pata, a abrir de nuevo la imaginación y el corazón con más facilidad.
He perdonado y conseguido que me perdonen, he soñado y conseguido, he recuperado la esperanza y muchas veces me he golpeado contra la realidad para recobrar la cordura
Me he quedado en silencio muchas horas este año, para aprender, para vivir, para saborear el momento.
He amado...¿Y cómo no hacerlo? a la persona más maravillosa de este mundo, que tras ya casi tres años sigue a mi lado, tendiéndome la mano cuando me desespero, empujándome cuando me paro, emplumandome las alas para volar.
Gracias mi amor, mi luchador, mi vida...gracias, Dailo.
He compartido momentos únicos plagados de discusiones estúpidas, risas nerviosas, cotilleos absurdos y risitas nerviosas. Después de casi 16 años juntas aun no te cansas de aguantarme, de sorprenderme y de mimarme.
Gracias compañera, amiga, hermana....gracias, Daura.
He conocido, he aprendido, y he tenido que retractarme, he debido reconocer que las apariencias engañan y que no puedes nunca dar por echo que conoces a una persona.
Me has hecho señales de humo y me has protegido cuando podía quedarme sola, no te ha importado lo que los demás inventen y te has mantenido firme.
Me has hecho pasar tardes inolvidables guiando aventureros por extraños mundos llenos de color, intriga y desafíos.
Gracias antes desconocido, amigo, borrachín protector...gracias Josuha.
He contado mis penas, has sufrido conmigo, me diste soluciones donde yo solo veía agujeros, mi frustración conoció límites insospechados contigo, pero fuiste paciente y siempre estabas ahí para soportarme.
Gracias padrino, consejero, amigo...gracias Xavi.
Y a todos aquellos que me han acompañado este año...¿Qué decir? Hay muchos a los que no conocía antes, muchísimos más a los que había visto y con los que nunca había hablado hasta ahora...Muchísimas gracias por existir en mi vida, por ser parte de este puzzle cada día más enorme y hermoso.
Gracias por recorrer conmigo este maravilloso 2012.

viernes, 16 de marzo de 2012

Voy a romper las ventanas...para que lluevan cristales...

La primera vez que pasó lloré.
Lloré muchísimo.
Durante horas...y horas...
No por el dolor que me sacudía punzantemente, sino por el miedo.
El miedo y la angustia.
Llegué a mi casa después de correr por las calles oscuras durante toda la noche.
El silencio era perturbador y solo se rompía de vez en cuando con algún ronquido fortuito que me hacía sentir recogida.
Estaba a salvo.
Esa frase se repetía en mi cabeza una y otra vez.
Estás a salvo.
Encendí la luz de mi cuarto y cerré la puerta tras de mi con sumo cuidado para no alterar la noche.
Entonces comencé a quitarme la ropa frente al espejo.
Uno...dos...tres...once.
Once moratones.
En el mentón, sobre la ceja (un golpe herrado), en el costado, los dedos marcados sobre mi garganta, y algunos más repartidos por el estómago y la espalda.
Me senté en la cama, observándome.
Y lloré.
Lloré hasta quedarme sin una sola lágrima en el alma.
Sonó el teléfono. Era él.
Y tonta de mi...que lo cogí y le perdoné.
Cuantas veces después de esa mentí sobre mi torpeza para evitar las preguntas sobre mis crecientes magulladuras.


Memorias de Marta II


"Por suerte o por desgracia esa noche follamos, y se me vino abajo el mito del amor"