Y entonces vuelve a recorrer mi cuerpo esa electrizante sensación, la de tener tus manos duramente agarradas a mis caderas desnudas.
Y te noto dentro de mi, primero lento, en un amago de hacerme el amor como siempre he deseado, después fuerte, con pasión como siempre lo añoro.
Me pierdo entre las gotas de sudor de tu vientre y la marea de labios que me recorren desde mi boca hasta el ombligo perdiéndose en mis fantasías escondidas.
Ignoras que eres el primer hombre en cruzar ese umbral de deseo, en destrozar mi rubor y hacer que estalle sobrecogida mientras me tambaleo alzada en tu cuerpo.
Luego vienen esos pequeños temblores que delatan que la noche a terminado por matarme, que no puedo ser más tuya, que no puedo retenerte más entre mis brazos.
Te beso con toda la ternura que mi cuerpo desprende, te acaricio delicadamente a expensas de que tu también encuentres en mi algo nuevo que nadie haya podido darte.
Será una noche larga en la que a cada movimiento de tu cuerpo intentaré besarte suavemente para no despertarte, y a la vez soñando con que abras los ojos y me hagas tuya otra vez cuantas veces nos permita la luna.
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