martes, 14 de diciembre de 2010

Era un secreto

 Nunca se lo contó a nadie, supone, por vergüenza...pero ahí estaba, con la misma sensación que hace a penas un año la había confundido tanto.
Tenía muchas amigas que hablaban de "amores platónicos" pero para ella resultaba un tema incomprensible, ¿Cómo ibas a enamorarte de alguien y nunca decirle nada?, hasta aquel día incluso se había mofado de aquella idea.

Acababa de empezar a salir con el batería de un grupo, en esos momentos solo podía pensar en lo dichosa que se sentía de tenerle cerca, de adorar su música y de estar completamente enamorada de él.
Esa noche los habían invitado a ambos a un concierto en uno de los bares de moda entre los músicos que buscaban comenzar su odisea musical.
Llegaron pronto, quizás demasiado, consiguieron colarse sin pagar la entrada y fueron en busca de los artistas.
Ella odiaba esos momentos, le daba vergüenza que su novio olvidase presentarla, y esa noche no fue diferente, él pasó totalmente inadvertida su presencia y se fue derecho a los músicos que comenzaban a afinar.
Marta paseó la mirada sobre ellos, naturalmente primero sobre los que sostenían las baquetas, de algo tendría que hablar luego con su novio.

Una chica flaca, quizás demasiado, a penas lograba imaginarla tocando un instrumento así, le pegaba quizás más con un bajo o un micrófono, algo menos...violento.
Luego su vista aterrizó sobre el percusionísta del otro grupo, le pareció guapo, moreno de piel y pelo, con los brazos torneados y...¡UG!, le miró las orejas, se le acabó el encanto, ¿Eso eran dilataciones? que manera más horrible de destrozarse.
El resto no llamó su atención en exceso, quizás uno de los cantantes, moreno con pinta de pasota, era guapo, uno de los guitarristas, demasiado alto para pasar inadvertido, y...si, tal vez el bajista de ese mismo grupo, bastante atractivo, quizás algo más por el hecho de tener unos encantadores brackets.

Su novio la llama ¡Al fin! van a empezar a tocar, siempre le han dado envidia los músicos, ella a penas sabe cantar, se decide a pedirle a su pareja que la enseñe a tocar la batería.
Coge la cerveza que le ofrecen pese a no gustarle en exceso y da un primer sorbo justo cuando la guitarra del primer grupo parece mandar a callar con sus primeras notas.

Es aquel chico alto, Marta no separa sus ojos de él, como desliza sus dedos por el mástil de la guitarra de una manera casi erótica, como puntea grácilmente cada cuerda en armonía.
Siente un hormigueo recorrerla desde la punta de los dedos, no entiende tanto deseo, quiere alzar las manos, acariciar las mismas cuerdas que él hace vibrar, convertirse en parte de ellas, y sin darse cuenta llega a la primera fila.

Su novio la ha perdido de vista, pero ella ni siquiera se percata de su ausencia.

Cada nota parece hechizarla más y más, acercándola, y si no fuera por la altura del escenario probablemente se hubiese dejado arrastrar hasta su lado, como un ratón bajo el influjo del flautista de Amelín.
Cesa la música, él se agacha a dando un trago a la cerveza, ella espera ansiosa toparse con su mirada, pero no ocurre, sin embargo su olor si que llega hasta ella, un olor increíble, "así debe oler el placer" se consuela totalmente convencida, y no puede menos que saborear aquel perfume mientras se endereza para continuar con su mágia.

Nota una mano en su hombro y se sobresala, el calor en sus mejillas ruborizadas y el regusto amargo de la cerveza la devuelven a la realidad, se gira, es su novio que no aguanta "el ruido", ella le mira casi ofendida "¿Qué ruido crítico estúpido?" es la primera vez que piensa algo malo de él, se le hace raro, al final le convence de que salga él solo, luego le seguirá...probablemente.

Pero no es así, pasa el concierto allí pegada....como embelesada, sabe que alguien está cantando, pero no alcanza a entenderlo, está segura de que el bajista continua su vaivén de cuerdas, pero no logra oírlo, y por supuesto sabe que aquella delgada batera estará aporreando el chaston, porque a veces llega hasta ella como un susurro lejano, pero solo atiende a uno de los guitarristas,  a aquel que se ha convertido esa noche en su adoración.

Piensa como deben sentirse esas manos sobre su piel, siendo acariciada por esos dedos exentos de control.
Imagina tambien como debe saber su boca, esos labios fruncidos casi en una sonrisa que no termina de cuajar y que ella llamaría "disfrute".

El simple hecho de escucharle ya hace vibrar su cuerpo como en un orgasmo, dando vida intermitentemente a su pecho y labios que van al compás del punteo.

Logra al fin deshacer el lazo invisible, y casi mareada sale del bar, busca a su novio con la mirada, él la acusa con los ojos, ella sonríe pero se siente culpable ante la ignorancia de lo acontecido.
"No aguantaba ahí dentro, no me gustan nada" ella se ofende pero se limita a fruncir los labios, "Menudo idiota, ¿solo a él se le puede dar bien algo?" se sorprende por segunda vez,  ¿A que se coño se debe tanta hostilidad? decide no volver a escuchar ese grupo, está decidida a olvidar lo que no entiende, al fin y al cabo, ¿De que sirve complicarse?

Sin embargo a la vida le encanta jugar, y meses después su novio da un concierto al que es invitada en calidad de fotógrafa.

Su mejor amiga se anima a acompañarla, Marta no le ha contado a nadie la extraña experiencia vivida, sin embargo sus padres han notado su creciente interés en el instrumento de seis cuerdas que desde hace meses estudia en secreto, y al aire, puesto que no tiene con que practicar.
Planean regalarle una en navidades, pero ella aun no lo sabe, vive feliz en la ignorancia de dibujar notas en el aire.

Se entretiene hablando con los músicos que ya conoce, se los presenta a su amiga y ríen, cree reconocer a una chica flaca de pelo liso, pero no logra recordar de que, entonces anuncian al siguiente grupo, aquella chica sube al escenario, a Marta se le para el corazón momentáneamente...le duele respirar.

Su amiga la mira inquisitiva, y al momento comienza a tirarle con fuerza del codo farfullando palabras incomprensibles tipo "Dios mio, está buenísimo" pero ella no pretende escucharla, él está ya en el escenario, y el resto se desvanece ante sus ojos.
"Toca... por favor..." eso es lo único que retumba en su cabeza, como una yonkie obsesionada con su dosis, hasta que al fin el guitarrista arranca las primeras notas como ayudándola en su dolor.

Esa tarde las únicas fotos que saca se dirigen a él mientras la música le estalla en los oídos, un placer indescriptible, parecido al que se siente cuando comes un helado en pleno Agosto, o un dulce tras una larga dieta, como cuando follas después de años de abstinencia y el orgasmo que te regalan te alza hasta tocar el cielo, parecido al sentimiento del primer día de vacaciones o cuando comes una mandarina y te toca la más dulce.

Su amiga se percata de que algo pasa y le arranca la cámara en cuanto el novio de Marta aparece para fotografiar al resto del grupo y evitar celos innecesarios.

Ella se da cuenta de que no puede permitirse seguir metiendo la pata, no entiende nada, ella está enamorada de su novio, por eso está con él, no lo duda, pero ¿A que viene ese sentimiento tan destructivo hacia el guitarrista?

Decide ir sola y en secreto al resto de los conciertos dada su falta de predisposición a abandonar el sonido de aquella guitarra.
"To va bien" se repite cada vez que cruza el umbral de una nueva noche.

Su novio la deja tras un año, nada que ver con el asunto de la música, comienza a borrar las fotos de los conciertos donde aparezca su cara, la ha herido...y le duele el alma.

De repente encuentra las fotos de un viejo concierto, ahí está, su guitarrista, ya sabe su nombre, ya tiene como contactar con él, ya conoce el lugar donde escucharle tocar sin necesidad de moverse de su casa...
Suspira, mira su preciosa guitarra y la acaricia, desde que se la regalaron no es capaz de soltarla.

Su amiga la mira y sonríe, le ofrece algo imposible de rechazar.

Decide pedirle a aquel a quien tanto adora que la enseñe a tocar, sin embargo no espera una respuesta, tal vez si, pero negativa, por ello le sorprende que él acepte, y el corazón se le desboca momentáneamente.

Unas noches más tarde decide salir, y sin saber en que momento se da cuenta de que le ha dicho a su "profesor de guitarra" que le encantará acompañarle de fiesta.

Tenerlo cerca le resultaba indescriptible, no llevaba la guitarra, pero podía escucharle tocar, con cada palabra un acorde, con cada mirada un punteo, y su risa, prácticamente eterna un estallido de sonido.

Quizás el hecho de que alcanzase sus labios aquella noche y terminase con la palabra "platónico" fue lo que la hizo comenzar a componer melodías cada vez más armoniosas.

Y en un momento dado incluso comprobó que el resto de su cuerpo componía una melodía incluso más maravillosa que su boca.

Era un secreto...que él la había hecho amar la música más de lo que jamás hubiese imaginado, también que la guitarra llevaba su nombre...e incluso que ella había asistido a casi todos los conciertos de los que pudo enterarse...


Era un secreto que lo adoraba desde hacía tiempo sin ser conciente de como o cuando había comenzado...


Era un secreto...que ahora temía el momento en que perdiese lo que llevaba esperando sin saberlo tanto tiempo.


La música corriendo viva en sus venas como un veneno.


Porque se había convencido de que podría perder sus besos, sus caricias, incluso su sexo...pero no se veía capaz de perder su sonido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario