martes, 7 de diciembre de 2010

1489

Nunca lograba que el agua le callese por la cara en la ducha.
Temía cerrar los ojos tanto tiempo.
Los recuerdos eran demasiado dolorosos.
Las manos agarrándola con fuerza sobre el cuello, impidiendola respirar.
Los empujones contra la pared haciéndole daño contra las baldosas de la ducha.
Sin embargo hoy...era distinto.
Cerró los ojos y el agua tibia la recorrió empapandole los labios.
Se sintió libre...
No sabía cuanto tiempo llevaba así, tenía los dedos de las manos arrugados y entonces comenzó a llorar.
Se llevó la mano sobre el vientre, en busca de la ausencia.
No lloraba porque él hubiese muerto...lloraba por la tranquilidad que le suponía saber que no tendría que sufrir jamás nada de lo que ella pasó.
Mil cuatrocientos ochenta y nueve días.
Mil cuatrocientos ochenta y nueve días sin él.
Comenzó a reir y casi sintió ganas de bailar.
Lo malo había pasado, el dolor había desaparecido, la vida le había dado otras oportunidades.
Y ahora...estaba viva.
Viva y feliz, para continuar un día más equivocandose.

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