Un día estás riendo por cualquier cosa, piensas que nada puede ir mejor, que has tenido tus baches pero que has remontado porque eres un guerrero, un superviviente.
Y al día siguiente despiertas, te miras en el espejo y no te reconoces, palpas la realidad y la ves negra, terriblemente triste.
Y es que es todo totalmente efímero.
Querer a una persona no la arropa de la muerte, y aunque no sea alguien a quien veas cada día y te de su mano en los momentos duros, saber que quizás mañana despiertes y no esté causa un terrible vacío.
No puedes hacer nada, cuando nos toca irnos nos vamos...y nada puede luchar contra ello.
Ojalá no me toque volver a vivir algo así.
Odio mi máscara, esa que debo ponerme siempre que viajamos, porque las últimas veces ha sido para lo mismo.
No soportaré volver a la misma sala fría donde todos intentan reír mientras realmente lloran...y yo, me escondo en los rincones más inhóspitos de mi mente para huir de ese punzante dolor que supone perder a quien quieres.
Te cansas de ser fuerte...te cansas de llorar solo.
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