lunes, 21 de febrero de 2011

Que rápido cambia la vida...

Un día estás riendo por cualquier cosa, piensas que nada puede ir mejor, que has tenido tus baches pero que has remontado porque eres un guerrero, un superviviente.
Y al día siguiente despiertas, te miras en el espejo y no te reconoces, palpas la realidad y la ves negra, terriblemente triste.
Y es que es todo totalmente efímero.
Querer a una persona no la arropa de la muerte, y aunque no sea alguien a quien veas cada día y te de su mano en los momentos duros, saber que quizás mañana despiertes y no esté causa un terrible vacío.
No puedes hacer nada, cuando nos toca irnos nos vamos...y nada puede luchar contra ello.
Ojalá no me toque volver a vivir algo así.
Odio mi máscara, esa que debo ponerme siempre que viajamos, porque las últimas veces ha sido para lo mismo.
No soportaré volver a la misma sala fría donde todos intentan reír mientras realmente lloran...y yo, me escondo en los rincones más inhóspitos de mi mente para huir de ese punzante dolor que supone perder a quien quieres.
Te cansas de ser fuerte...te cansas de llorar solo.

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