Marta se arrastra, se desgarra la piel a tiras, mantiene firme tan solo la mirada que aun persiste clavada en su meta.
Se pregunta de que le sirve tanta lucha y tanta guerra a sabiendas de que quizás no exista el tesoro que tanto ansía, que quizás el dolor que le punza el pecho sea en vano.
Un suicidio del alma, que apenada reza por lo que nunca fue propio.
Pero ¿qué más da? Sabiendo que la muerte está cerca solo le queda cerrar los ojos y dejarse llevar por ella a donde más desee alzarla...
Aunque conlleve la perdida de fe absoluta en el ser humano.
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