miércoles, 16 de febrero de 2011

Confesión.

Podría citar a un montón de poetas y renombrar sus obras convirtiéndolas en mías para tu disfrute, pero...nunca citaría algo que saliese directamente de mi, y para confesar todo lo que siento deberían hablarte mis labios y no los de otro enamorado.
Si, es cursi y almibarado, decir que eres tú quien parece quitarle las telarañas a mi corazón, pero es lo que siento.
Que una mirada tuya es capaz de hacerlo latir tan deprisa que a veces amenaza con parar en seco y terminar con esos momentos de infinito dolor y deseo.
Encontraste algo destrozado, otros ya me habían pisado de todas las maneras imaginables, los moratones que encontraste en mi aun eran recientes, y muchas cicatrices recordaban todo aquel sufrimiento que me hicieron vivir alguna vez, atormentando los breves momentos que sustentaban mi calma.
Eras y eres capaz de alejar todas esas pesadillas de mi con un solo abrazo, escuchando tu respiración contra mi pecho al acostarte a mi lado, notando tus labios sobre los míos o el tierno deslizar de tus dedos sobre mi piel.
No puedo bajarte la luna del cielo, pero puedo enseñarte a apreciar las cosas (quizás no tan hermosas) que te rodean, aprender a quererlas como en muchas ocasiones demostraste que me querías a mi.
Solo te pido que te mantengas cerca, que no me dejes sola, porque muchas veces me tropiezo y tiendo a caerme de cabeza y hacerme daño.
No me dejes huir, porque sabes que cuando un nuevo problema aparece tiendo a esconderme o irme corriendo lo más lejos posible.
No pares de besarme...porque cada hora sin un beso se me hace pesada y tediosa en recuerdo de las horas que compartimos y que siempre me sacarán las más sinceras sonrisas.
Podría citar a un montón de poetas...pero nunca lograrían expresar todo lo que me has hecho sentir, todo el calor que me rebosa al tenerte cerca, ni las ganas que me muerdo ahora mismo de decirte que te quiero.

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